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Septiembre, el otoño relativo

El mes de septiembre marca una frontera en nuestra vida. Conforme avanza el mes va declinando el verano: los días se acortan, los amaneceres y las puestas de sol se aceleran y van dando paso al día y la noche con mayor rapidez; la duración de los mismos se equilibra hasta llegar a ese momento único en que el día y la noche tienen una duración igual; el sofocante calor va remitiendo, haciéndose soportables las noches veraniegas, algo impensable semanas atrás; incluso, cosas del cambio climático, hay veces que la lluvia cumple su función para con la naturaleza.
El tramo final de septiembre hace avanzar aún más si cabe las sensaciones que marcan el final del verano y la llegada precisa, inexorable, definitiva del otoño. Esta estación cambia también nuestro comportamiento y las sensaciones que nos acompañan. Hay a quienes el cambio de estación les acerca a momentos melancólicos que no desean y otros, es mi caso, a quienes la estación nos va emocionando de forma positiva mientras avanza hacia el invierno. Son momentos de días más cortos, de tardes que pueden ser útiles y activas, de recogimiento con lectura, música, películas en que el tiempo puede aprovecharse de otra forma.
Pero no hay verdades absolutas, sino certezas relativas. Si septiembre marca el comienzo del otoño es en nuestro hemisferio norte. Para quienes habitan el hemisferio sur, septiembre es el mes que anuncia el inicio de la primavera.
Te propongo una mirada al inicio del otoño en los últimos días de septiembre en compañía de uno de los más grandes escritores españoles del siglo XIX y una de las últimas canciones de Richard Strauss dedicada al mes de septiembre. Con la relatividad de las estaciones, un pequeño homenaje a la visión de septiembre como inicio de la primavera en el hemisferio sur, con una oda de Pablo Neruda.


Cansado de que no se dedicara a estudiar, sino al dibujo, los libros y las mujeres, su padre lo obligó a regresar para trabajar en el campo con él. Por el camino robó una mula y con ella huyó a Madrid, donde comenzó a frecuentar, con muchos apuros económicos, los ambientes artísticos y bohemios.
Se hizo pasar por pintor italiano para poder entrar en el Museo de las Familias, mientras pronunciaba discursos revolucionarios en el Café Nuevo, siendo perseguido por las fuerzas del orden.
Cuando murió Mariano José de Larra improvisó un poema en su memoria que lo hizo saltar a la fama y comenzó su amistad con Espronceda.
Se casó con Florentina O'rreilly, viuda irlandesa mucho mayor que él, con quien tuvo un hijo que falleció prematuramente, mientras él cambiaba de una amante a otra. De allí marchó a París donde conoció a Alejandro Dumas, Victor Hugo o George Sand
Tras Juan Dándalo, su primera obra teatral, llegó a publicar más de veinte en los cinco años siguientes, llegando a repudiar la más emblemática y representativa de sus obras.
En pleno apogeo de su carrera, aclamado por sus colegas, las instituciones culturales y el público, se produjo el fallecimiento de su padre, con quien nunca se reconcilió, lo que le llenó de angustia.
De vuelta a París y luego Londres, acabó recalando en México, inició una estrecha amistar con el emperador Maximiliano y llegó a dirigir el Teatro Nacional
Tras el fallecimiento de su esposa volvió a España donde volvió a casarse, mientras tuvo conocimiento del fusilamiento del emperador mexicano, en cuya memoria escribió El drama del alma, una diatriba contra Benito Juárez, Napoleón III y el Papa.
Una operación para extraerle un tumor cerebral acabó con la vida de José Zorrilla, el inolvidable autor de Don Juan Tenorio.





Pero no es ninguna de sus obras teatrales la que nos acerca la mirada al final del mes de septiembre con el comienzo del otoño, sino un extracto de uno de los poemas que dedicó a esta estación, Tarde de otoño.




Hace pocas semanas nos acompañaba la música de Richard Strauss con la última de sus obras, el lied que cierra sus Cuatro últimas canciones (Vier Letzte Lieder), En el ocaso (Im Abendrot), en una impecable interpretación de Renee Fleming.
Strauss comenzó a los ochenta y cuatro años la que sentía como última composición con este En el ocaso, un poema de Joseph von Eichendorft. Más tarde utilizó otros tres de Herman Hesse: Primavera (Früling), Septiembre (September) y Al irme a dormir (Beim Schalafengehen), todos con la temática de la muerte cercana y su aceptación serena. No llegó a oírlos ante un público, ya que su estreno tuvo lugar en Londres un año después de su fallecimiento, con la dirección de Wilhelm Furtwängler. El título del ciclo y el orden en que se suelen interpretar tampoco fue escogido por el compositor, sino que lo determinó el editor Ernst Roth.



September refleja el ocaso del verano, su final por el cansancio de los días que se acortan y la llegada suave y lenta del otoño. El tercer párrafo nos acerca a la idea central de los poemas de este ciclo.



La grabación está impecablemente interpretada por una de mis sopranos más admiradas, la neozelandesa Kiri te Kanawa realizada en The Free Trade Hall de Manchester en 1990 con la dirección nada menos que de Georg Solti


Tras el acercamiento a la melancolía del otoño, nos acompaña una mirada al septiembre primaveral del hemisferio sur pensando en los seguidores sudamericanos del blog. Al libro Navegaciones y regreso de 1959 pertenece esta Oda a las alas de septiembre en que Pablo Neruda homenaje a esas alas y tijeras que cortan el cielo, las golondrinas, precursoras de la primavera septembrina.


La música que la acompaña, instrumental, pertenece a uno de los grandes compositores sudamericanos, Astor Piazzolla. Inspirado en Las cuatro estaciones de Vivaldi, el músico argentino compuso Cuatro estaciones porteñas que en principio pensó como piezas sueltas, aunque más tarde las agrupó en una suite.



Sol Gabetta, una de las chelistas más reconocidas de la actualidad interpreta Primavera porteña con un conjunto de ocho violonchelos en una actuación que tuvo lugar en el Solsberg Festival en 2015. 



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2 comentarios:

  1. Hola Miguel:

    Tengo que reconocer que he disfrutado, como pocas veces lo he hecho, de este post otoñal en el que nos presentas fragmentos de las obras de dos grandes escritores que tenía algo olvidados: José Zorrilla y Hermann Hesse. Leer sus poemas y a la vez, escuchar a Kiri te Kanawa, me ha resultado de lo más relajante despues de una semana de intensa actividad.

    Gracias y un fuerte abrazo :-)

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    1. Hola Javier
      Me alegra que hayas disfrutado con ellos. Pienso que la literatura y la música tienen la capacidad de alejarnos de la rutina para ayudarnos a pensar en lo verdaderamente importante de nuestra vida, especialmente cuando nos vemos desbordados.
      Un abrazo :-)

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