expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>

Cambio de año con Bertolt Brecht y Johann Strauss

El cambio de un año a otro es uno de los momentos que tenemos señalados de forma especial. Hay una sensibilidad distinta y una alegría con la que se quiere contagiar a todos los que nos rodean. Con el tiempo voy descubriendo que no es necesaria esa alegría contagiosa para vivir ciertas cosas con intensidad.
En esta última o primera publicación del año, según cuándo la leas, nos acompañan Brecht y Strauss
El alemán Bertolt Brecht ha sido uno de los más destacados e innovadores dramaturgos del siglo XX. Comprometido con su tiempo, su obra busca siempre la reflexión del espectador.
Acostumbrados a la enumeración de propósitos para el año que entra, te propongo una mirada distinta: las satisfacciones que tenemos al alcance de nuestra mano, pero que el intenso y acelerado ritmo de vida que llevamos nos impide disfrutar. Igual que Brecht, cada uno de nosotros tenemos nuestras propias satisfacciones. Te animo a que las pases a un papel o un nota.



Uno de los acontecimientos más seguidos, e incorporados a la cultura occidental, con que se recibe cada año nuevo es el concierto del mismo nombre que se celebra en Viena. Un concierto ligero, festivo y lleno de tradiciones y ceremonias que se basa en la música de Johann Strauss hijo.
Dado el carácter que se le da a la música en este blog, predominando la de tipo vocal, te traigo una pieza que aúna los requisitos del citado concierto: música vienesa de Strauss, una pieza imprescindible como An der schönen blauen Donau (Al bello Danubio azul) y el coro de Niños cantores de Viena, recogida en una gira realizada por Chile.



Y, cómo no. Te dejo con el esperado final del concierto: la Marcha Radetzky.
¡Buen año!

Navidad con Dickens y Tchaikovsky

Muchas son las referencias a la Navidad tanto en la literatura como en la música. Una gran cantidad de autores han escrito y compuesto sobre ella. Algunos lo han hecho de forma directa, narrando desde distintos ángulos y puntos de vista el nacimiento de Jesús. Mientras, otros lo hicieron de forma indirecta, transportando sus historias y composiciones al día de la celebración de la NavidadDesde la niñez hemos tenido contacto con ellas y todos recordamos esos momentos en que las disfrutamos.
Pero ni el texto ni la música de esta semana corresponden a mi niñez, sino que han ido entrando a formar parte de mí muchos años después.
El texto corresponde a la celebérrima A Christmas carol (Cuento de Navidad) de Charles Dickens. La conocida historia del viejo y avaro Scrooge y su transformación durante la Nochebuena gracias a la aparición de los espíritus de las Navidades pasada, presente y futura.
Te traigo en primer lugar un audio del comienzo de la obra perteneciente al proyecto Artpoetica, seguido de uno de los momentos más entrañables.
 ArtPoética



No hay año que deje de oír y ver en la cercanía de la Navidad el ballet El Cascanueces (Schelkúnchik en su original, o The Nutcraker como se conoce internacionalmente) de Piotr Ilich Tchaikovsky, una de las obras de la música clásica universal más conocida y representada.
De ella enlazo con una publicación del blog RZ100-Cuentos de bocaEl Cascanueces.
Una versión de la Royal Opera House del Covent Garden londinense que se ha representado durante los últimos años ofrece una visión cercana a la estética de Dickens. Pongo el primero de los vídeos y los demás se pueden seguir a través de Youtube.


Uno de los momentos más espectaculares de este ballet-cuento de hadas es el de los bailes de los distintos países. Aquí podéis ver las danzas española, árabe y china de esta misma representación.



Por último, esta versión completa del Maiirinsky Theatre de San Petersburgo, dirigida recientemente por el prestigioso Valery Gergiev, uno de los directores de origen ruso más reconocidos en occidente, de una enorme calidad musical, coreográfica y grabada en alta definición. Si tienes tiempo, será una delicia dejarte envolver por la música y las imágenes.




Si te gusta... ¡Comparte!

El Mesías de Häendel según Zweig

Es costumbre en los países anglosajones interpretar a finales del adviento el que posiblemente es el oratorio más famoso y representado, Messiah de Händel.



El escritor austriaco Stefan Zweig, influyente como ensayista y biógrafo de la primera mitad del siglo XX dedicó un capítulo de su didáctica obra Momentos estelares de la humanidad a Häendel y la creación de esta obra fundamental en la música de todos los tiempos. Así lo relata.




De entre todos los oratorios es Messiah (El Mesías), de George Frideric Häendel sin duda el más conocido. Fue compuesto en pocos días, entre el 22 de agosto y el 14 de septiembre de 1741. Invitado por el virrey de Irlanda a pasar unos días en Dublín, la estancia le proporcionó la inspiración necesaria para terminarlo. 
El libreto corrió a cargo del escritor inglés Charles Jennens, quien lo extrajo de la Biblia, en parte del Nuevo y en parte del Viejo Testamento y le añadió versos propios. Se trata de un texto sin argumento, pero que encierra un drama interior con la división en tres partes de la obra: comienza con el anuncio de la llegada del Mesías, continúa con la Pasión y Resurrección y finaliza con la realización del ideal del Mesías sobre la Tierra, la liberación de la humanidad hacia la luz y la libertad.
Entre los momentos más bellos del oratorio se encuentra For unto us a Child is born (Pues  nos  ha nacido  un niño). Se  trata de un número coral que comienza con una introducción a cargo de los violines. Sobre esa melodía entonan los dos primeros versos las sopranos, contestado en forma de canon por los tenores y más tarde las contraltos y los bajos.
El tercer verso lo comienzan los tenores seguidos por el resto de voces. Los violines presentan el tema principal, el de los nombres del Mesías, entonados por todas las voces al unísono con una serie de variaciones. Las contraltos comienzan nuevamente el primer verso, se repiten los epítetos del Mesías y tiene lugar un contrapunto entre las diferentes voces. Finaliza con una exposición instrumental de los distintos motivos melódicos.
Fue estrenado el 13 de abril de 1742 en el Music Hall de Dublín, según las crónicas de la época, con un éxito arrollador. El 23 de marzo de 1743 tuvo lugar el estreno en el Covent Garden de Londres, el lugar habitual de Häendel. En el continente, la marcha triunfal de la obra comenzó en Hamburgo, extendiéndose rápidamente por toda Alemania y el mundo.
Una costumbre anglosajona hace que sea tradicional la representación del oratorio en los días previos a la Navidad con la participación de aficionados en algunos de los coros.



La más conocida de las piezas de este oratorio, una de las más universales de la música de todos los tiempos es el Hallelujah (Aleluya), interpretado en todos los lugares como símbolo de acción de gracias.
El tema principal aparece en los violines en la introducción, pasando enseguida al coro, que lo entona con una emotiva decisión y un contrapunto violinístico. El coro presenta una frase al unisono con la cuerda seguida de una fanfarria de timbales y trompetas que refuerzan la palabra "Aleluya". 
Las mujeres invocan al Altísimo. Orquesta y coro desarrollan el tema con distintos contrapuntos.
A continuación los tenores presentan la melodía con intervenciones de coro y orquesta, seguida de la calma con que se expone un nuevo tema.
Un tema secundario aparece fugado en el orden bajos, tenores, altos y sopranos. Las mujeres cantan la frase "King of kings, Lord of Lords" (Rey de reyes, Señor de señores), contestada por los aleluyas del resto del coro, timbales y orquesta. Comienza una progresión ascendente hasta los agudos que se resolverá con la cadencia.
La resolución comienza con orquesta y coro reafirmando los temas. Los tenores cantan "King of kings" y el coro contesta "For ever and ever" (Por siempre). Un tutti insiste en la idea principal que suena de forma grandiosa.
Tras un silencio general, todo el coro entona la palabra Aleluya con el impetuoso acompañamiento de la orquesta.
El Mormon tabernacle choir (Coro del Tabernáculo Mormón), posiblemente el mejor coro del mundo en la actualidad canta estas impresionantes versiones.


Si deseas una versión completa de la obra, esta interpretación de la Orquesta y coro The sixteen con subtítulos en un concierto participativo.



 Si te gusta... ¡Comparte!

Un viaje de invierno

El viaje nos acompaña. Schubert y Amos Oz. Tanto el viaje interior como el exterior, el que se refleja en el romanticismo como símbolo de la búsqueda de lo desconocido, o como remedio que nos aboca a la huida de la felicidad perdida tienen cabida en la música del primero. Paralelamente un viaje interior nos hace fuertes con los libros, esos compañeros de nuestra vida, como refleja el texto de esta semana.

El escritor israelí Amos Oz se revela como uno de los grandes escritores de la actualidad. Recibió el Príncipe de Asturias de las Letras en 2007. Aunque su compromiso está con la paz en el conflicto palestino-israelí, en su búsqueda de la conciliación y en su capacidad para mirar con ojos extrañados, lo traigo a estas páginas por este texto sobre la eterna amistad de los libros.



Winterreise (Viaje de invierno) es un ciclo de lieder compuesto por Franz Peter Schubert sobre poemas de Wilhelm Müller. Se trata de una de las obras que compuso en el último año de su vida, y el conjunto de lieder que más trabajó.
"El viaje de invierno representa -según el barítono Dietrich Fischer-Dieskauintérprete de esta versión- todas las obras del último año, en lo que se refiere a elevación, intuición y ampliación de la técnica de composición".
Junto a las canciones de La bella molinera es el máximo exponente de los ciclos de lieder, que con Schubert pasan a su mejor expresión. Según el barítono, reflejan la personalidad de su autor y dejan una "impresión heladora, sin concesión al encanto austriaco o a la felicidad lacrimógena".
El núcleo de los poemas es el amor no correspondido. Un hombre -el viajero- amaba a una muchacha, pero ella lo dejó. Aquí arranca la historia. No hay una línea dramática, sino que los lieder expresan las reflexiones o impresiones del cantante mientras pasea solo, durante el invierno. Predominan los temas del frío, la oscuridad, el paisaje desolado, y la soledad, pues salvo el organillero final, no encuentra cara a cara a ninguna otra persona.
Los frecuentes cambios de tonalidad marcan las variaciones del sentimiento (de la alegría a la desesperación), si bien la segunda mitad va hundiéndose totalmente en un tono sombrío y melancólico.
Gute Nacht (Buenas noches), es el lied de mayor duración. En los dos primeros versos se marca el aire de tristeza y aislamiento que predominará en toda la obra.  El viajero fue feliz, pero su historia de amor, por razones no concretadas, tiene que acabar. Una noche de invierno, se despide del lugar y de su amada, aún dormida, dándole las buenas noches. Se trata de un lied en ritmo de caminante, como indica Schubert:  “moderado,  en movimiento  de  caminar”.  El  piano entona un preludio. Las dos primeras estrofas son musicalmente idénticas, mientras que la tercera y la cuarta varían. La cuarta estrofa cambia de tonalidad cuando el caminante se dirige a su amada y añora el pasado. Al final vuelve a la tonalidad anterior.




Un Réquiem para Mozart

La Misa de Réquiem en Re menor es la última obra compuesta por Wolfgang Amadeus Mozart. El misterio que lo ha rodeado desde la muerte de su autor ha recobrado actualidad hace unos años gracias a la obra de teatro, luego convertida en película Amadeushistóricamente incorrecta como nos suele acostumbrar el cine, en cuanto a la relación entre Salieri y Mozart.
De la biografía del músico salzburgués escrita por Peter Gay son estas líneas que tratan de su misterioso final.





El Réquiem fue encargado por el Conde Walsegg-Stuppach, un compositor aficionado que pretendía que se creyera que era él quien lo había escrito en memoria de su esposa. Mozart mantuvo el secreto. Según una confesión de sus últimos días, el compositor creía que estaba componiendo la obra para sí mismo. En cualquier caso, murió antes de poder concluirlo, y su viuda Constanze, por razones económicas, debía entregarlo completo al Conde. De ahí que confiara la obra a un alumno de su esposo, Süssmayr, que posteriormente declaró que era el autor del Sanctus, el Benedictus y el Agnus DeiNadie ha sido capaz de corroborar esta afirmación, pero sí se sabe que Süssmayr se valió de la música de Mozart en Lux Aeterna y Cum sanctis Tuis, y que fue el encargado de orquestar todas las secciones entre el Dies Irae y el Hostias.
El propio Conde dirigió la primera interpretación del Réquiem, que aún intentaba hacer pasar por suyo, en la Iglesia Neukloster el 14 de diciembre de 1793, dos años después de la muerte de Mozart.
La primera pieza que nos acompaña es el Rex Tremendæ. Un acorde de todas las cuerdas es respondido por los instrumentos de viento y retomado por las primeras en una progresión descendente. El coro, en fortíssimo, exclama “Rex” por tres veces antes de comenzar el desarrollo del texto. El contraste se hace total con el pianissimo con que se canta “salva me”tornándose el ambiente casi sobrenatural mientras un aroma de oración sustituye al violento comienzo.

El 5 de diciembre de 1991, fecha en que se cumplían los doscientos años del fallecimiento del autor, tuvo lugar una misa de Réquiem por su alma en la Catedral de Viena oficiada por el Arzobispo titular, bajo la dirección musical de Sir Georg Solti y con la participación de la soprano Arleen Augér, la mezzo-soprano Cecilia Bartoli, el tenor Vinson Cole y el bajo René Pape del que existe una emotiva grabación. 
Desde entonces, todos los años he buscado tiempo cada 5 de diciembre para escucharlo. Sólo una vez falté a la cita. Ese mismo día, y tras varios años de lucha contra sus perdidos recuerdos fallecía mi padre. Mientras persista mi memoria no dudo que acudiré a esta cita anual.
Te dejo con la transcripción de tan excepcional y emotivo momento. Recuerda, 5 de diciembre de 1991, doscientos años después del fallecimiento de Mozart.