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Los héroes de Lord Byron

Hay escritores que crean obras y personajes que representan sus vidas, sus acciones y sus ideales. Son autores que parten de una vida en constante actividad, expuesta a las vicisitudes, las aventuras de la existencia, una veces a remolque de ellas, en otras ocasiones en una búsqueda desenfrenada de las mismas.
Entre estos autores encontramos a Lord Byron, el noble inglés que vivió una vida intensa rodeada de obras literarias, experiencias intensas y escándalos que lo persiguieron continuamente.
Byron murió el 19 de abril de 1824, hace dos siglos y su obra, influencia y los detalles de su intensa y alborotada vida aún continúan en el imaginario colectivo.
Te propongo acercarte a la figura de Lord Byron cuando se cumplen 200 años de su fallecimiento el 19 de abril de 1824. Nos acompañan algunos de los personajes que creó y que lo representaban y música de Verdi, Tchaikovsky, Berlioz y Adam. Si te gusta… ¡Comparte, comenta, sugiere!


George Gordon Byron nació en Londres en enero de 1788, hijo del capitán John Byron y su segunda esposa, Catherine Gordon, de familia noble aunque arruinada. Vino al mundo con el pie derecho deforme, lo que le obligó a llevar calzado ortopédico toda la vida, un hecho que intentó minimizar practicando ejercicios físicos como la natación o la carrera.
Su padre falleció en Francia cuando tenía apenas tres años, después de huir de los acreedores y abandonar a su esposa. Allí mantuvo a varias amantes y dilapidó la poca fortuna que le quedaba, dejando en la ruina a su esposa e hijo.
Vivieron con dificultades económicas hasta que el fallecimiento de su tío abuelo Lord William Byron, quinto barón Byron of Rochdale le hizo heredar el título y sus posesiones, entre ellas la abadía de Newstead en el bosque de Sherwood
Su protectora madre apenas se preocupó por su educación formal, mientras tenían una relación de amor y odio en que igual llamaba al joven «cojo bribón» o «pequeño diablo», mientras él trataba a su madre como la «viuda» o la «vieja». Aún así, el escritor siempre manifestó que su madre fue quien mejor le entendió. Cuando fue enviado al colegio, según su nuevo estatus llamaba continuamente la atención tanto por su indisciplina como por una inteligencia despierta, hasta el punto que con quince años se negó a volver al colegio.
A regañadientes ingresó en el Trinity College de Cambridge donde más que tomarse en serio los estudios, tuvo una vida alegre y disipada, estableciendo amistades intensas y duraderas. Como no estaba permitido tener perros o gatos domésticos, logró que admitieran un oso amaestrado como compañía. Allí comenzó a publicar poemas, muchos de ellos satíricos, que no encajan bien en su entorno. De esta época es su primera obra publicada, Hours of Idleness (Horas de ocio) de 1807.
En 1809 entró a formar parte de la Cámara de los Lores, mientras volvía a llevar una vida desenfadada hasta que decide emprender un viaje a Grecia.

Byron terminó de escribir El Corsario a mitad de enero de 1814 mientras estaba en casa de su hermanastra Augusta Leigh y en febrero había vendido más de 25.000 ejemplares. El éxito de público se debió a que veían en el héroe al propio Byron, además de sus propios sueños y emociones.
Este corsario y otros personajes románticos como El pirata de Walter Scott o La canción del pirata de Espronceda aparecen como seres marginados, oscuros, rebeldes y misteriosos que muestran sus emociones. Conrado es Byron, un ser solitario, de pasado oscuro, introvertido y distante con todos que muestra una existencia vacía, salvo el amor que tiene por Medora. Al leer el poema, sólo los lectores y ella conocen sus sentimientos sobre el amor y el honor, pese a su oscuro pasado.
El texto que nos acompaña, perteneciente al Canto XIV de la primera parte de la obra muestra la sensibilidad del sexto Lord Byron.


Emprendió el viaje a Grecia evitando los territorios del dominio francés acompañado de su paje John Rushton -con quien mantenía una relación sentimental- y su secretario Fletcher. Pasaron por Portugal y España -donde llegó a escribir el poema La chica de Cádiz, sobre la belleza de las españolas, para pasar por mar a Malta y después a Albania. De allí llegó a Grecia, atravesando a nado el Helesponto y llegando a Constantinopla, donde comenzó a escribir una de sus obras más populares, La peregrinación de Childe Harold.
Regresó a Inglaterra donde se inmiscuyó en la política de la mano de los liberales. Poco a poco va haciéndose famoso por sus publicaciones en las que el público ve a un joven Lord, de aspecto apolíneo, con un genio inquieto y anhelante de vivir su existencia intensa y ávidamente.
Es el tiempo en que en Alemania nace el Romanticismo de la mano de Schlégel y Novalis, un movimiento que miraba a la sociedad de la Edad Media, unos tiempos felices según ellos, que parten de la herencia latina enriquecida con las lenguas romances -de aquí el nombre- a los que añaden los elementos propios de su cultura germánica. 
Aunque Byron no se acomoda a esta etiqueta de romántico, sí lo hace al ideal del caballero que busca los ideales de la belleza, el amor o la justicia.

Robert B. McGregor, ilustración para El Corsario
El éxito de El Corsario llevó a Giuseppe Verdi a componer una ópera basada en el texto de Byron. Pero Il Corsaro acabó convirtiéndose en el mayor fracaso en la carrera del compositor italiano. Estrenada en el Teatro Grande de Trieste el 25 de octubre de 1848, la obra sólo estuvo tres días en cartel, pese a que los cantantes que la llevaron a escena eran los predilectos del autor en aquel momento.
Aún así, la ópera tiene un libreto condensado en el que el público percibe los acontecimientos que se desarrollan en distintos escenarios como si estuvieran cercanos. Verdi, consciente del valor de su obra llegó a decir: «Se debe ver Il Corsaro en perspectiva. Es una ópera de transición en la que hay ideas que más tarde desarrollaría en otras óperas.»
El argumento recoge lo principal de la obra de Byron, mostrando una ópera que es en cierto modo una de las últimas belcantistas para iniciar el periodo en que Verdi desarrolla plenamente su estilo.
El enlace que nos acompaña muestra la segunda parte de la primera escena de la ópera con Ah! Si, ben ditte, seguida del aria de Corrado Tutto parea sorridere.


La interpretación corre a cargo del tenor José Simerilla Romero como Corrado y Frank de Vincentis como Giovanni en una producción del Opera Festival Chicago en una representación que se llevó a cabo el 22 de julio de 2022. 


Persistente en su obra literaria, también era un asiduo escritor en sus diarios en los que reflejó sus pensamientos y sentimientos. Antes de darles esta continuidad, un texto escrito a bordo de la fragata Volage nos desvela estos pensamientos escritos el 22 de mayo de 1811 al regresar a su país tras su peregrinaje por el Mediterráneo oriental:

     1º. A los veintitrés lo mejor de la vida ha pasado y sus amarguras se recrudecen.
     2º. He visto a la humanidad en diferentes países y en todos ellos la encuentro igual de despreciable, en todo caso la balanza se inclina a favor de los turcos. 
     3º. Estoy asqueado.
En cuanto a mí, ni mujer...
ni esperanza crédula de un corazón que me corresponda,
ni muchacho, me agradan (cita de Horacio, Odas, IV, I)
    4º. Un hombre cojo de una pierna se encuentra en un estado de inferioridad corporal que crece con el tiempo y tendrá que hacer su vejez más desagradable e insoportable. En cualquier caso, en otra existencia espero tener dos o cuatro piernas para compensar.
     5º. Me estoy volviendo cada vez más egoísta y misántropo, algo así como «nadie me importa, no a mí, y a nadie le importo yo».
     6º. Mis asuntos en casa y en el extranjero son lo bastante deprimentes.
     7º. He saciado todos mis apetitos y muchas de mis vanidades, ay, incluso la vanidad de ser escritor.

Otra de las grandes obras de Byron es Manfred, un poema dramático que el autor calificó como drama metafísico y que escribió entre 1816 y 1817 tras el fracaso de su matrimonio con Annabella Millbanke que concluyó con un escándalo de acusaciones y un romance con su hermanastra Augusta Leigh que le obligaron a huir a Suiza.
También Manfred es también un alter ego de Byron, un ser diferente a los demás, desengañado por la inutilidad del conocimiento y atormentado por la culpabilidad, que se desarrolla en un entorno situado en un castillo en las elevadas cumbres montañosas, lejos de cualquier aspiración mundana. El previsible desenlace trágico romántico se cambia cuando un cazador lo salva cuando va a arrojarse por un precipicio y nos muestra en la siguiente escena los encantos de una vida sencilla en la cabaña del cazador.

Ilustración de Lord Byron durante su estancia en Cambridge
Manfred ha sido llevado al pentagrama en varias ocasiones. La primera de ellas por Robert Schumann en 1852 con el título de Manfred: Poema dramático con música en tres partes. Una segunda, quizás la más conocida es la Sinfonía Manfred en si menor, Op. 58 de Tchaikovsky, una obra sinfónica sin numerar, escrita entre la cuarta y quinta sinfonía del compositor ruso, que algunos intérpretes consideran su mejor obra.
Nos acompaña el Primer movimiento, catalogado como Lento lúgubre de la Sinfonía Manfred de Tchaikovsky con la Nederlands Philharmonisch Orkest dirigida por Marc Albrecht en una interpretación que se grabó en el Concertgebouw de Amsterdam el 17 de octubre de 2016. Puedes oírla mientras lees el texto del poema dramático e Byron.


El texto nos muestra la escena II del poema dramático en la que Manfred invoca a la Encantadora de los Alpes y el monólogo que sigue a la conversación entre ambos, en la que Byron muestra ese espíritu indómito, extraño y romántico.


Thomas Phillips, Lord Byron con vestido albanés (1813)

Byron fue un personaje extremo en su actitud hacia la vida. A su imagen de héroe sexual, al que inició su institutriz con nueve años y que mantuvo durante su agitada vida, hay que añadirle su ineludible pasión por la libertad y su perfil literario de inconformista y reflexivo.
Su figura y sus obras, en tanto que lord y escritor, escandalizaron y admiraron a la sociedad inglesa y, más adelante, a la europea por la fascinación romántica que generaba su vida, la ironía de algunos de sus textos y cómo en ellos reflejaba su existencia.
Más adelante volvió al exilio voluntario. Tras su primer viaje, Bruselas y Suiza acogieron sus viajes en los que intentaba olvidar a su ex-mujer Annabella Milbanke, a su medio hermana Augusta -con quien se dice que tuvo uno de sus hijos, y no de su esposo- o uno de sus amores, Caroline Lamb que hablaba de él como «mad, bad and dangerous to know» (malo, loco y peligroso de conocer).
Poco a poco su obra se torna más reflexiva, vitalista y madura, alejándose del fresco fulgor de sus primeros poemas.
En Suiza se produjo un encuentro de los más citados en la historia de la literatura del siglo XIX entre Byron, el médico John Polidori, el poeta Percy Shelley y su amante Mary Wollstonecraft, más adelante Shelley, donde surgieron obras como Frankenstein y del que se trató en el blog en 1816: El año sin verano.

Además de la ópera Il Corsaro de Verdi, hay una versión de este poema de Byron que fue llevado a los escenarios en su versión para ballet. Se trata de Le Corsaire, una obra en tres actos, cinco cuadros y un epílogo con libreto de Jules-Henri Vernoy de Saint-Georges con coreografía de Joseph Mazilier y música de Adolphe Adam que fue estrenado en 1856 en la Ópera de París.
Dos años más tarde, Marius Petipa y Jules Perrot renovaron la coreografía para su estreno en el Teatro Bolshói de Moscú, siendo esta versión la más representada.
Le Corsaire es un ballet que refleja la historia del grupo de piratas capitaneado por Conrad repleto de escenas cargadas de acción y emoción que muestran desde las luchas en los barcos hasta la danza de las esclavas, mostrando la pasión que une al protagonista y Medora con una música que evoca esa mezcla de aventura y romance.
El enlace nos muestra una escena del ballet con Ethan Stiefel como Conrad, Julie Kent como Medora y Ángel Corella como Alí en una producción del American Ballet Theater puesta en escena en Nueva York en 1999.


Byron gozó una gran popularidad en su vida, más que otros poetas contemporáneos como Wordsworth, Keats o Shelley, hasta el punto que otros poetas como de Musset, Heine, Leopardi o Espronceda, entre otros, quisieron seguir sus pasos. 
Pero esa fama también provenía de su opción por la acción frente a la escritura: «Un hombre debe hacer algo más por la humanidad que escribir versos.» Así, se involucró en luchas en las que creía profundamente, como la independencia de Grecia, a la que se sumó desde sus escritos y con su involucración en la misma, lo que le llevó a su prematura muerte con treinta y seis años. 
George Gordon Byron se unió a la lucha de un país al que consideraba un honor el mero hecho de haberlo visitado, igual que antes hizo lo propio al luchar por la liberación de Italia. Pese a sus simpatías por los turcos, optó por estar al lado de los helenos.
Tras unas fiebres a las que tres médicos no fueron capaces de curar con las sangrías y sanguijuelas que le recetaron, falleció desangrado en la ciudad griega de Missolonghi el 19 de abril de 1824.
Su muerte provocó una gran conmoción en la nación griega, hasta el punto de abandonar las celebraciones de la Pascua, pendientes de las noticias de la evolución del paciente. Una gran tormenta -no podía haber un elemento más romántico- acompañó su fallecimiento. Ese mismo día, el jefe del gobierno provisional de Grecia Occidental firmó un edicto en el que recordaba a Lord Byron como un gran benefactor y ordenaba que las oficinas públicas, los tribunales y las tiendas cerraran duran tres días en señal de duelo, suspendía las manifestaciones de diversión pública y las festividades de Pascua. Tras disparar treinta y siete salvas de cañón, se abrió un periodo de veintiún días de luto nacional. Durante años se recordó en canciones, poemas, calles y plazas su figura y en la iglesia de San Spiridone de Missolonghi se han conservado hasta hace poco reliquias, versos originales y hasta un jarro de cristal con los pulmones del escritor inglés.  

Joseph Dionysius Odevaere, Lord Byron en su lecho de muerte(1826), Groeningemuseum, Brugge, Bélgica
En cierto modo el primer gran éxito de Byron fue Childe Harold’s pilgrimage (La peregrinación de Childe Harold), un extenso poema narrativo dividido en cuatro cantos que comenzó a publicar en 1812 y lo concluyó de hacer en 1818, aunque inició una quinta parte que quedó inconclusa. 
El término Childe hacía referencia en la Edad Media en Inglaterra a los jóvenes aspirantes a caballero. Así, esta obra se presenta como una suerte de autoficción en la que el protagonista es más el propio Byron que nunca y que supuso el inicio de su controvertida leyenda. Esta épica obra romántica narra los viajes y las reflexiones que el desencantado y desilusionado protagonista realiza por distintos países. Los cantos primero y segundo narran su caminar por Portugal, España, Albania y Grecia, el tercero lo sitúa en Bélgica, la víspera de la batalla de Waterloo, Renania y los Alpes suizos, mientras el cuarto canto narra las vicisitudes y emociones que experimenta en un viaje de Venecia a Roma. En esta obra, el protagonista es más el alter ego de Byron que en ninguna otra de sus obras.
El texto que sigue a continuación pertenece al cuarto canto y nos muestra sus reflexiones al deambular desde los Alpes hasta que se acerca a la tumba de Petrarca.


Así, pese a su ajetreada vida, su capacidad para tomar decisiones trascendentales, en ocasiones altivo, en otras irónico, la figura de Byron, más que al periodo medieval al que miraba el romanticismo, semeja un ser de la mitología griega, un gigante marcado por el pathos trágico, pero trufado de exageración, altanería y sarcasmo. Cuando escribe, es simultáneamente el escritor y el protagonista, un héroe que se vuelve melancólico y escéptico.
En el paso entre el clasicismo y el romanticismo, Byron aportó a las letras inglesas, y también a las europeas, una forma de expresar la agitación interna de la personalidad que preconizará el romanticismo. Así, leer a Byron hoy en día supone acostumbrarse a los extremismos y lo original que son de tipo estilístico, satírico, erótico o épico, moviéndose entre los escenarios orientales y exóticos y la sociedad inglesa, entre la farsa y la ironía y la melancolía y la desesperación.

Ilustración de Percival Skelton para La peregrinación de Childe Harold
El famoso virtuoso violinista Nicolò Paganini poseía una viola Stradivarius y deseaba darla a conocer al público, por lo que pidió a Hector Berlioz que le compusiera un concierto en el que mostrar su habilidad con este instrumento. 
Berlioz aceptó, componiendo una obra a medias entre el concierto para viola y orquesta y la sinfonía basándose en La peregrinación de Childe Harold. Los cuatro movimientos eran lo suficientemente descriptivos: Harold en las montañas. Escenas de melancolía, de felicidad y de alegría era el título el primero; Marcha de peregrinos que cantan la plegaria de la tarde, el segundo; el tercero se denominaba Serenata de un montañés de los abruzzos para su amada, mientras que el último lo describió y tituló como Orgía de bandidos. Recuerdos de las escenas precedentes.
Pese a haber utilizado su idée fixe o leit motiv como en la Sinfonía fantástica, a Paganini no le gustó el resultado, ya que la viola no tenía el papel predominante que él deseaba. Aún así, en su estreno en 1837 tuvo un gran éxito que se fue diluyendo con el paso del tiempo.
Finaliza esta publicación sobre George Gordon, sexto Barón de Byron y los héroes en los que él mismo se representó, con un extracto de Harold en Italia de Berlioz en una grabación de octubre de 2018 con la Orchestre Revolutionnaire et Romantique dirigida por Sir John Eliot Gardiner.

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Bibliografía y webgrafía consultadas:

1812: Obertura, Guerra y Paz

Durante siglos, el ejercicio del poder y la construcción de los grandes imperios venía asociado a la guerra y al sometimiento de los pueblos vencidos. En esos mismos imperios y estados, pocos eran los que podían sentir que tenían una vida justa y desahogada.
La guerra y el sometimiento de los vencidos se convirtió durante una gran parte de la historia de la humanidad en parte consustancial de la existencia humana. El florecimiento de un impero o un estado se basaba en muchas ocasiones en el dominio y conquista de otros vecinos o rivales, la mayoría de las veces por la guerra, ya tuviera esta un cariz económico, religioso o ideológico. Para la población, la guerra se asumía como un mal necesario e inevitable.
Apenas si había voces que discreparan públicamente de semejantes situaciones, salvo algunas que se erigían como fuerza moral arriesgándose a cargar con las consecuencias de su acción.
Las dos grandes guerras que asolaron Europa y el mondo en la primera mitad del pasado siglo fueron la culminación de las luchas de poder que habían comenzado en las centurias anteriores. En el XIX, que comenzó con la Revolución Francesa unos años antes de comenzar el siglo, se asentó la figura de Napoleón Bonaparte, quien se quiso erigir en uno de los grandes militares y estadistas como los antiguos Alejandro Magno, Julio César o Carlomagno que llevara los frutos de la revolución a todo un continente, una vez más por la conquista y el sometimiento de los estados.
Dos obras nos acercan a este tiempo que se desenvuelve entre el conflicto bélico y la concordia, ambas de creadores rusos. Por un lado, nos acercaremos a una colosal novela de Tolstói, una obra en la que el escritor ruso vuelve a mostrar su pacifismo. Junto a ella, nos acompañará una pieza de Tchaikovsky, una obra de encargo que ha pasado a formar parte del repertorio de las grandes orquestas. Juntas forman un conjunto unido por dos visiones distintas y divergentes sobre el intento de Napoleón de conquistar Rusia.
Te propongo reflexionar sobre las guerras y sus consecuencias con dos obras imprescindibles: Guerra y paz de Tolstói y la Obertura 1812 de Tchaikovsky Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!
 
Franz Roubaud, Batalla de Borodinó, Museo Panorama de la batalla de Borodinó.
Cuando Lev Nicoláievix Tolstói comenzó a escribir Voiná i mir (Guerra y paz) había transcurrido casi medio siglo de los hechos que se narran en la novela y el escritor tardó siete años más en completarla. La primera parte se publicó por entregas, una práctica habitual en la época, en la revista El heraldo ruso en 1865.
Hasta entonces los libros, que tenían un público eminentemente nacional, exaltaban y ensalzaban las guerras, pero Tolstói introdujo dos grandes novedades en la historia que narraba. Por una parte, incluyó una gran cantidad de personajes, algunos reales, otros ficticios, mostrando el punto de vista de su realidad social y personal, frente a unos libros anteriores que centraban todo el foco de atención en los grandes personajes.
Por otra parte, el escritor decidió mostrar el horror y el dolor que experimentan las personas durante la guerra y después de ella, incluyendo los traumas y secuelas que las guerras dejan en los protagonistas, tanto militares como civiles, y sus familiares y allegados. También protagonismo, además de militares, príncipes y nobles, soldados, siervos y personajes de toda condición social, con los que nos muestra diversos puntos de vista sobre lo que todos ellos experimentan con los conflictos.

Fotografía de Tolstói de 1868 cuando está terminando de escribir Guerra y paz, realizada en un estudio en Moscú.
Escrita en cuatro volúmenes, cada uno de ellos dividido en varias partes con sus capítulos correspondientes, Guerra y paz muestra un vasto mosaico que abarca desde 1805 hasta 1820, aunque se centra de modo especial en los meses alrededor de la batalla de Borodinó.
El primero de los textos que nos acompaña se halla en la segunda parte del volumen tercero y muestra una conversación entre dos de los principales protagonistas de la novela, Pierre Bezújov y el príncipe Andréi Bolinski, aunque en el extracto sólo se muestra el razonamiento de este último.


Basada también en la invasión de Napoleón en Rusia y en la batalla de Borodinó, nos encontramos con una obra maestra de Peter Illych Tchaikovsky, su Obertura 1812
La génesis de esta obra se gestó en 1880 cuando el zar Alejandro II preparaba a su país para celebrar el septuagésimo aniversario de los acontecimientos. Para ello mandó construir la Catedral de Cristo Salvador en Moscú, mientras el director del Conservatorio de la capital rusa, Nikolai Rubinstein, sugirió la composición de una pieza musical que se estrenara en la inauguración de la catedral. La obra se le encargó a Tchaikovsky que la comenzó a componer en octubre de 1880, finalizando la misma en seis semanas.
Se trata de una composición escrita para ser interpretada en el exterior de esta iglesia con un grupo de instrumentos particular, ya que está escrita para orquesta sinfónica, campanas de iglesia y cañones de salvas, aunque estos últimos suelen sustituirse, por razones obvias, por carillones o campanas tubulares y percusión. En algunas versiones, se incorporan también los coros que interpretan las melodías incluidas por el compositor.


La idea original de interpretar la obra en la plaza de la catedral con una banda de viento metal reforzando la orquesta, con las campanas de la iglesia repicando y los cañones de artillería disparando salvas fue desechada debido al asesinato del zar Alejandro II en marzo de 1881.
Así, el 20 de agosto de 1882 se estrenó esta obra con la dirección de Ippolit Altani, catalogada  como el Op. 49 de Tchaikovsky y que tenía el extenso título de El año 1812, obertura festiva para conmemorar la consagración de la catedral de Cristo el Salvador, aunque se la conoce como Obertura 1812. En el estreno se interpretó con una orquestación convencional, sin campanas, artillería ni coros y bajo una carpa, debido a que la catedral aún no estaba finalizada.
Nos acompaña el comienzo de esta Obertura 1812 en la versión instrumental sin coro en el que la orquesta reproduce la melodía de un coro religioso ruso, Dios, protege a su pueblo.


Tolstói se tomó muy en serio creación de su monumental novela. Para ello investigó con detenimiento el contexto en el que se desarrolla la historia leyendo relatos sobre las campañas napoleónicas procedentes de fuentes rusas y europeas y visitó el lugar donde se desarrolló la batalla crucial de la misma, Borodinó, a poco más de cien kilómetros de Moscú.
No sólo buscaba conocer el ámbito en que se desarrollaron los hechos y su exactitud histórica, sino que pretendía mostrar los defectos de las narraciones al uso, en la que los historiadores centraban los acontecimientos en la fuerza e importancia de los grandes personajes, los monarcas, políticos y militares, dejando de lado las historias de las personas que sufren las consecuencias de las decisiones que se toman en esos ámbitos. 
De esta forma, León Tolstói desarrolla en su obra el hecho de que por órdenes de los altos mandatarios cientos de miles o incluso millones de personas han debido de salir de sus hogares y matarse entre sí, pese a conocer todos ellos que matar a un ser humano es un hecho moralmente incorrecto y reprobable que en condiciones normales jamás harían.
Con esta obra, además, Tolstói realiza un cuadro que refleja la sociedad de su tiempo, una sociedad que es a la vez fascinante y decadente.


En el siguiente texto nos acerca a un detalle ocurrido durante la batalla de Borodinó, en la que, según se relata, Napoleón estaba resfriado. El razonamiento que acompaña la narración, de tintes filosóficos, incide en que la responsabilidad de quienes se adentran en una guerra no está sólo en los que incitan a ella, sino en todos los participantes en la misma. El argumento principal que utiliza es que en esa batalla Napoleón no disparó ni mató a nadie, pero fallecieron más de ochenta mil combatientes.


Cuando en 1891 Tchaikovsky viajó a Estados Unidos dirigió su Obertura 1812 en la gala de inauguración del Carnegie Hall en Nueva York. Desde entonces, una obra como esta que no tiene relación alguna con el país americano, suele estar en los festejos con que se suele celebrar la independencia el 4 de julio.
Con el paso del tiempo, una obra que celebraba el fracaso de la invasión napoleónica se ha convertido en un símbolo de la libertad, de la resistencia frente al poder opresor y conquistador.


Pese a todo, Tchaikovsky nunca se quedó satisfecho con esta composición hasta el punto que escribió a su mecenas Nadezhda von Meck que la obra era «fuerte y ruidosa, pero carente de cualquier mérito artístico, porque la escribí sin calidez ni cariño».
En varias ocasiones se ha utilizado en el cine, la última de ellas en V de Vendetta dirigida en 2005 por James McTeigue, en la que se utilizaba como parte de la banda sonora. También aparece en El club de los Poetas Muertos de Peter Weir en la que el profesor Keating -inolvidable papel de Robin Williams- solía silbar melodías de la obertura.
Nos acompaña el Allegro vivace con que finaliza la Obertura 1812 en una interpretación del concierto Voces para la paz celebrado en el Auditorio Nacional de Música el 13 de junio de 2010 bajo la dirección de Miguel Roa.
Comienza con melodías del himno francés, imitación de sonidos de la batalla, un cambio hacia melodías rusas que indican la retirada del ejército napoleónico, un canto coral del pueblo ruso y el apoteósico final con las campanas y cañones.


En nuestros días se muestra una opción difícil y complicada embarcarse en la lectura de una obra de tan descomunal extensión por la falta de tiempo del que disponemos. Sí puede afrontarse leyendo los libros que la componen de forma independiente, pasando a otras lecturas y volviendo en un tiempo prudencial de nuevo a ellos.
Más complicado lo tuvo la esposa de León, Sofía, quien trabajó en sus obras como copista, entre otros motivos, porque era la única persona capaz de entender su casi ilegible letra, quien además de escribir en las hojas y aprovechaba verticalmente los márgenes cuando estas estaban completas. Con los cambios que fue introduciendo y hasta llegar a la versión definitiva, hubo de copiarla nada menos que en veintiuna ocasiones.
La obra, que comenzó llamándose Año 1805, el momento en el que comienza la narración, finaliza quince años después, cuando Tolstói nos relata cómo continúan su vida algunos de los personajes principales, años después de la batalla de Borodinó en 1812, alrededor de la cual se sitúa el momento álgido de la obra. 
Los acontecimientos, en los que mezcla personajes históricos reales con otros ficticios, son narrados con la perspectiva que da el paso de casi medio siglo, lo suficiente para conocer las secuelas que un conflicto deja en quienes lo viven en primera persona o a través de familiares vivos o desaparecidos.
El propio título sugiere esa dualidad entre el caos y la destrucción que provoca la guerra y la tranquilidad, el sosiego, incluso la monotonía y el tedio de la paz. Pero Tolstói no sería él mismo si su obra no fuera también una suerte de tratado filosófico en el que desarrollar sus ideas sobre las guerras y sus horrores y consecuencias, el amor y el matrimonio o el derecho a la propiedad y, de modo particular, cómo los estudiosos transmiten la historia en sus tratados y estudios.
Guerra y paz es una obra que nos sumerge en la Rusia de comienzos del XIX, un tiempo lejano y desaparecido, pero que nos muestra un mosaico colosal, como nadie ha hecho nunca sobre un tiempo y una sociedad.


Tras el cuarto libro, el escritor ruso coloca un epílogo dividido en dos partes. En la primera muestra cómo se desarrolla la vida de los personajes principales en 1820, años después de finalizar la narración allá por 1812. La segunda parte, así como algunos momentos de la primera, es una disertación casi filosófica, en la que Tolstói reitera algunas de las ideas que ha ido desarrollando a lo largo de la obra.
Nos quedamos con el capítulo segundo de esta última parte de la novela en la que vuelve a desarrollar la idea de que el desarrollo de la historia de las sociedades y los pueblos no es cuestión de políticos, zares, reyes o gobernantes, sino que es producto de todas las fuerzas que participan en los hechos de una u otra forma.


Finalizamos esta publicación sobre los acontecimientos que generaron dos obras tan importantes como Guerra y paz y la Obertura 1812 con la audición de esta última en su versión completa. 
El comienzo viene marcado por la melodía religiosa de la Iglesia Ortodoxa Dios proteja a su pueblo que evoca la convocatoria para rezar por la paz que preconizó el Patriarca de la iglesia rusa, sabedor que el ejército de Napoleón era prácticamente invencible.
Le sigue una mezcla basada en la descripción del conflicto y los sentimientos de desesperación y euforia de los participantes, unido a los lejanos sones de La Marsellesa que representa el avance de los franceses. Los ejércitos se encuentran en Borodinó donde los franceses se imponen en una victoria pírrica.
La tercera parte comienza con otra melodía tradicional rusa que refleja el llamamiento del zar Alejandro I para que el pueblo defendiera a la Madre Rusia, aunque el himno francés vuelve a prevalecer.
Los rusos abandonan el camino hacia Moscú dejando la tierra arrasada para dificultar el avance y abastecimiento francés. La prevalencia de la música tradicional rusa que lucha contra la francesa inicia un crescendo que culmina con la victoria local, al tiempo que Moscú está asolada por los incendios. Al entrar en la ciudad arrasada un nuevo himno religioso ortodoxo que representa al famoso General Invierno para el que los franceses no están preparados, decide la confrontación.
Los invasores se retiran sin fuerza, sus atascados cañones con capturados y disparados por los rusos en señal de victoria, mientras de mezclan con el repicar de las campanas de las iglesias.

Nos acompañan dos versiones de esta Obertura 1812. Elige la que prefieras.
La primera, con coros, está interpretada por la Russian Bolshoi Symphony Orchestra, el Yuriov Chapel Choir of Russia dirigidos todos por Tomomi Nishimoto en una grabación que se realizó el 2 de enero de 2004 en el Conservatorio de Moscú.


La siguiente versión es más clásica, sin coro, pero con el acompañamiento de las campanas y las salvas de artillería en el exterior, con la dificultad que supone coordinarlas con la música. Es una grabación histórica que se interpretó en 1990 en una gala que celebraba el ciento cincuenta aniversario del nacimiento de Tchaikovsky con la Orquesta Filarmónica de Leningrado y la dirección de Yuri Temirkanov. Al finalizar en la que aparecen algunos de los intérpretes invitados a la gala de la que esta obra formaba parte del programa: El violinista Itzhak Perlman o la soprano Jessie Norman, entre otros.


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Bibliografía y webgrafía consultadas:
  •  Tolstói, León. Guerra y paz, Editorial El Aleph, traducción de Lydia Kúper Fridman, 2010.

El inexorable paso del tiempo

Hay momentos de la vida que se convierten en puntos de inflexión que determinan cómo se configura ésta a partir de esos instantes.
En ocasiones se trata de acontecimientos inesperados e incluso accidentales que nos marcan el devenir, como conocer a una persona que va a ser parte fundamental en nuestra vida, el fallecimiento de personas cercanas a nosotros o el hecho de encontrar un trabajo que colme o no nuestras expectativas.
En otros casos, se trata de situaciones que entran dentro de las decisiones que tomamos o situaciones plenamente asumidas, como tomar la decisión de vivir en pareja, tener hijos, cambiar de trabajo o domicilio o algunas más que entran dentro de las iniciativas que se toman y asumen, tanto de forma individual como de proyecto de vida con nuestra pareja.
Estas situaciones se muestran plenas de cambios que asumimos de forma súbita, natural y consciente, o nos llevan a realizarlos de forma gradual, inconsciente o con rebeldía para adaptarnos a la nueva realidad.
Son momentos que invitan a la reflexión con una mirada crítica al pasado, la adaptación hacia la situación presente y la creación de proyectos y su planificación hacia el futuro, buscando una situación ideal que el tiempo y las circunstancias harán que fluyan de una manera o de otra.
Te invito a unas reflexiones sobre el paso del tiempo y su aprovechamiento y cómo nos afecta en determinadas circunstancias. Nos acompañan Séneca, San Agustín, Mario de Andrade, Ennio Morricone, Mercedes Sosa y Joan Báez. Si te gusta… ¡Comparte, comenta, sugiere!


Vivimos esclavizados por el trabajo, el calendario y el reloj. Nuestros días están ocupados de antemano, nuestras relaciones familiares y personales se resienten de ello y el tiempo libre se minimiza. Entre tanta vorágine, apenas si nos queda tiempo para la reflexión sobre lo que nos ocurre, la dirección en que queremos caminar, los principios en los que nos proponemos basarnos o la realización personal.
¿Qué es el tiempo? ¿Qué sabemos de él?
Nos quedamos con una reflexión extraída de una obra que, aunque tiene un sentido fundamentalmente teológico, también nos acerca al pensamiento de la filosofía.

Philippe de Champagne. Saint Augustin (alrededor de 1645-1650), Los Angeles County Museum of Art
Agustín de Hipona, nacido en el año 354 en Tagaste, en la actual Argelia, centró sus esfuerzos en la búsqueda de la verdad y de la auténtica felicidad tras obtener el cargo de Maestro de Retórica en de Milán en medio de una vida disipada. Allí, tras buscarlas por diversas fuentes -la astrología, el escepticismo o el maniqueísmo-, se encontró con San Ambrosio, quien le dirigió a conciliar la razón de la antigüedad clásica con la fe cristiana. 
A partir de ese momento, Agustín decidió poner en práctica una vida de continencia en el retiro de una comunidad monástica, aunque hubo de adaptarse a adoptar las funciones que la Iglesia le propuso como obispo de la ciudad de Hipona. Con sus escritos, San Agustín se convirtió en la mente más brillante del pensamiento religioso del primer milenio de nuestra era.
Escrita a los cuarenta años, sus Confesiones es un libro dividido en trece partes en el que reflexiona sobre su juventud disoluta y cómo se convirtió al cristianismo, siendo considerada la primera autobiografía escrita, aunque trate tan sólo de la primera parte de su vida, aportando información sobre la evolución de su pensamiento durante este tiempo, convirtiéndose también en un escrito sobre teología y filosofía.
En el Libro Xi, San Agustín reflexiona, a mitad de camino entre los puntos de vista teológico y filosófico sobre el concepto del tiempo.


Tras esta reflexión nos acercamos a una música que no entra en las que habitualmente suelen formar parte de este blog. Es una música que se relaciona con el tiempo pasado presente y futuro por el agradecimiento, por esa mirada a las cosas que nos rodean desde la sencillez y la bondad.
Una relación que se verá más clara más adelante y que sale del fondo del alma y del corazón agradecido.
Se trata de Gracias a la vida, basada en un poema de Violeta Parra que  hizo popular Mercedes Sosa. En esta ocasión, se trata de una versión que cantó junto a Joan Báez en el Anfiteatro romano de Xanten, en Alemania, en un concierto en directo que  se celebró el 5 de junio de 1988.


¿Disponemos de tiempo para lo que deseamos? ¿Es nuestra vida demasiado corta para todo lo que queremos realizar? O quizás, ¿aprovechamos o no el tiempo que tenemos?
Son preguntas que no son actuales, sino que han sido planteadas y enunciadas continuamente desde hace siglos. 


Nacido en Corduba el año 4 antes de nuestra era, Lucio Anneo Séneca fue un filósofo y político procedente de una familia acomodada de la Bética romana, hijo de un prestigioso retórico, que fue educado en esta disciplina además de la filosofía, dentro de la rama del estoicismo. Casualmente, coincide en época, pensamiento y conspiración con la publicación anterior de este blog: Epicteto y su "Manual" de vida.
En efecto, Séneca, como buen hombre de pensamiento y de acción, emprendió una carrera política ejerciendo como abogado, además de ser nombrado cuestor, lo que le generó la envidia del emperador Calígula, quien los desterró a Córcega. A su fallecimiento, fue nombrado preceptor del joven Nerón que, cuando sucedió a Claudio lo elevó al rango de uno de sus consejeros más cercanos. Menos de una década después, en el año 62 se retiró de la vida pública al saberse incapaz de controlar los despóticos actos del emperador. Tres años después, acusado de participar en la conspiración de Pisón (a la que se hizo referencia en la citada publicación anterior), el emperador le ordenó suicidarse, una disposición que el filósofo acató como una forma de liberación de los sufrimientos que tenía y de los que le esperaban.
Autor de diversas obras filosóficas, como sus Consolaciones a varios destinatarios, las Epístolas morales a Lucilio o los Diálogos, así como otras de carácter literario como sus tragedias, nos acompaña una de las pertenecientes al primer grupo.
El tratado De brevitate vitae (De la brevedad de la vida) pertenece a los Diálogos y está dedicado a Paulino -quizás su cuñado-, explica en ella que el espacio que vivimos no es vida, sino tiempo, defendiendo que su duración solo es breve para aquellos que la malgastan en actividades que lo alejan de cuestiones fundamentales. Así, desconocen el valor del tiempo al no controlar el pasado, el presente se les escapa de las manos y tienen pánico hacia el futuro. 
El texto que nos acompaña nos acerca al comienzo de este tratado en el que el filósofo cordobés comienza a desarrollar esta idea.


Este tiempo que vemos que va transcurriendo, que a veces se nos presenta como escaso, también tiene sus etapas que marcan nuestra vida. Hay momentos -circunstancias- en que se producen cambios significativos en nuestra vida que van a determinar nuestra situación y cómo utilicemos y aprovechemos el tiempo.
Hace unos días, después de más de cuarenta años trabajando como maestro, mis antiguos y actuales compañeros del colegio tuvieron el detalle de despedirse de mí al finalizar mi etapa laboral durante una comida, emotiva, como no podía ser menos.
Gracias a todos por todo.
Echar la vista al tiempo pasado y comprobar cuánto he aprendido de cada uno de ellos, de su forma de ser y de aportar a la marcha de la comunidad educativa y los cambios que se han producido a la hora de trabajar durante las últimas décadas; ver en el tiempo presente los cambios pedagógicos y estructurales que se están llevando a cabo del que he formado parte y que, ya comienza a formar parte del pasado. Y pensar que hay un futuro que no tiene tiempo que desaprovechar ni momento que dilapidar.


En esa comida que marcaba el fin de una etapa Tere tuvo el detalle de dedicarme un poema que iba dirigido también a muchos de los presentes y que me parece oportuno compartir en esta publicación del blog.
Mario de Andrade (1893-1952) fue un poeta, musicólogo, ensayista y novelista brasileño, impulsor del Modernismo brasileño.
Apasionado de la música y la literatura, estuvo estudiando piano en el Conservatorio de Sao Paulo con la intención de ser concertista, hasta que un accidente deportivo acabó con la vida de su hermano, lo que le sumió en una depresión que generó un temblor en la mano que le hizo abandonar la carrera de intérprete musical, dedicando sus esfuerzos al estudio de la música folclórica brasileña, alternando con la escritura de poemas y ensayos.
Con el Grupo de los cinco fue uno de los impulsores de la Semana de Arte Moderno celebrada en Sao Paulo en 1922.
Entre sus obras destacan A escrava que nào é Isaura (La esclava que no es Isaura), un manifiesto sobre el modernismo; Macunaíma, su obra más conocida, una novela donde, con los elementos del folclore a través de un antihéroe negro y rústico que representa al pueblo brasileño, genera un diálogo entre los indios del Amazonas y la cultura europea.
Crítico con el gobierno autoritario de Getulio Vargas, Mario de Andrade falleció de un infarto de miocardio el 25 de febrero de 1945 con cincuenta y dos años de edad. Su mayor reconocimiento nacional e internacional se produjo a partir de 1955 cuando se publicaron sus Poesías completas.


Dentro de esta antología encontramos la obra que nos acompaña, Mi alma tiene prisa, un poema que se conoce también con títulos tan dispares como Golosinas, por su alusión a la infancia desde los primeros versos, o El valioso tiempo de los maduros.
En la referida ocasión, Tere Guerra fue acompaña por Pablo Espinosa que interpretó una de las piezas más reconocibles de la música de cine, Gabriel's Oboe de Ennio Morricone para La Misión
En esta ocasión, la interpretación de Pablo fue con saxofón y te propongo escucharla mientras lees los versos de Mario de Andrade
El enlace de audio pertenece a The Mission: Music from the motion picture de Virgin Records Limited, 1986.


Mi alma tiene prisa, un regalo de Teresa y Pablo para compartir con vosotros.


Sí, estoy jubilado.


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Bibliografía y webgrafía consultadas:
  • Agustín de Hipona, San. Confesiones, traducción de Ángel Custodio Vega, P. Ribadeneyra, Editorial Austral, Colección Clásica, Barcelona, 2017.
  • Séneca, Lucio Anneo. De la brevedad de la vida. FV Editions, Ebook.